Poder mariposa

Recuerdo el día en que mi abuela me dio aquel regalo. “Abuela” - como prefería que la llamara - me había invitado a su casa donde sacó su vajilla de porcelana fina y me sirvió té caliente de una antigua tetera inglesa decorada con delicadas flores. Mientras tomábamos nuestro té, Abuela comenzó a recordar historias sobre su vida en una granja lechera con viñedo, en la zona rural de México, allá por la década de 1970. Se refirió a sus aventuras como “su efecto mariposa" debido a los cambios que se lograron en la granja cuando vivió allí, como una novia recién casada. Abuela hizo una pausa, ajustó su rebozo verde limón y, en privado, revivió esos momentos especiales. Se secó los ojos con su pañuelo bordado, que volvió a meter debajo de la pulsera del reloj. Luego me invitó a su ático donde guardaba sus recuerdos y secretos. De una bolsa de terciopelo, Abuela sacó una llave de latón y sin pronunciar palabra alguna, deslizó la llave en el candado de un viejo baúl de cedro, y levantó la tapa de madera con reverente cuidado, liberando al aire una dulce fragancia de lavanda. La luz tenue que se filtraba por la ventana pequeña iluminaba su vestido de novia adentro del baúl. Cuidadosamente, Abuela quitó el viejo vestido, dejando al descubierto tesoros incontables y miró con afecto el contenido de su baúl: una pequeña libreta guía de viajero forrada de cuero, un gallo y una gallina tallados en madera, y un modelo de una carreta de bueyes hecho de un rompecabezas de madera. Luego, sus ojos se centraron en una caja de estaño y con devoto cuidado, Abuela la sacó como si fuera un valioso tesoro, y la puso entre mis manos. "Quiero obsequiarte esto," dijo mi abuela tímidamente. "Es un regalo para ti y para tus hijos."